jueves, 2 de febrero de 2012

Investigaciones en antropología política - Pierre Clastres


"Se admite que el etnocidio es la supresión de las diferencias culturales juzgadas inferiores y perniciosas, un proyecto de reducción del otro a lo mismo, pretende la disolución de lo múltiple en lo uno. El Estado es la puesta en juego de una fuerza centrípeta que tiende a aplastar las fuerzas centrífugas inversas. Se proclama centro de la sociedad, con la vocación de negar lo múltiple, el horror a la diferencia. En resumen el Estado no reconoce más que ciudadanos iguales ante la ley, por tanto toda organización estatal es etnocida. 

Pero lo que diferencia a Occidente es el capitalismo como pasaje más allá de toda frontera; es el capitalismo como sistema de producción para el que nada es imposible. La sociedad industrial, la más formidable máquina de producir, es por esto la más terrible máquina de destruir. Razas, sociedades, individuos, espacio, naturaleza, mares, bosques, subsuelo: todo es útil, todo debe ser utilizado, productivo. He aquí la razón por la que no se podía dar tregua a las sociedades que abandonaban el mundo a su tranquila improductividad originaria. La opción que se proponía a estas sociedades era un dilema: ceder a la producción o desaparecer, el etnocidio o el genocidio. A finales del siglo XIX los indígenas de la pampa argentina fueron totalmente exterminados para permitir la crianza extensiva de ovejas y vacas que hicieron la riqueza del capitalismo argentino. A principios del siglo XX cientos de miles de indios amazónicos murieron bajo los golpes de los buscadores de caucho. Actualmente, toda América del Sur, los últimos indios libres sucumben bajo el enorme peso del crecimiento económico, brasileño en particular. ¿Qué peso pueden tener unos pocos millares de Salvajes improductivos a la vista de la riqueza en oro, minerales raros, petróleo, criaderos de bovinos y plantaciones de café? Producir o morir es la divisa de Occidente". 
 
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